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ADIÓS A EL CAPITÁN TRUENO

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ADIÓS AL CAPITÁN TRUENO, una nota necrológica de Miguel Ángel Plana Fernández

 “Continúa lloviznando.  Lluis avanza, arrimado a la pared.  Después de todo, tal vez se pueda hacer a la manera de Milton Cannif: pequeños trozos de gouache blanco, hechos sobre el fondo negro con un pincel casi seco, para evitar la rigidez, para conseguir un efecto de flexibilidad...  Manejar bien el pincel de este modo, es difícil, pero igualmente puede obtenerse este efecto de lluvia haciendo trazos con el pincel mojado, muy mojado; una vez secos los trazos, se pueden retocar con la pluma” (Victor Mora, “Los plátanos de Barcelona”)



El pasado 17 de agosto nos dejaba Victor Mora.  Mora, junto a Gago o Ibáñez, es una de las figuras más importantes de la mal llamada cultura popular de este país.  Es al tebeo, lo que Mallorquí al bolsilibro.  Pero además, Mora, de convicciones políticas muy sólidas, fue un intelectual y un narrador maravilloso.  Tareas que cultivó más allá de sus guiones para historietas ilustradas, en una serie de novelas que reflejan la época y la sociedad que le tocó vivir.





Mora nació en Barcelona en 1931.  Y pasó su niñez exiliado en Francia, a donde tuvo que emigrar la familia tras la Guerra Civil.  Fue allí donde comenzó a aficionarse a los clásicos del cómic americano, desde Milton Cannif a Harold Foster.  Tras el fallecimiento de su padre, con once años, regresa a su ciudad natal, donde debe de ejercer multitud de trabajos para ayudar a la familia y convertirse en un autodidacta del dibujo.  Es en 1949 cuando inicia su andadura en el mundo del cómic.  Sustituye a González Ledesma en los guiones del clásico Dr. Niebla , de Francisco Hidalgo, con el que colaboraría posteriormente en otras creaciones.  También vio la luz por aquellos años su primer personaje, que también dibujaba, Capitán Kerr, donde se pueden apreciar los trazos aprendidos de las páginas de la llamada Edad de Oro del cómic americano.


Por sus ideas políticas, como miembro del PSUC, fue encarcelado  y tuvo problemas con la justicia. A partir de los años sesenta simultanea su trabajo en el comic con la literatura, dejando paulatinamente de dibujar.  Lo curioso es que, a pesar de lo competente que resultaba con los lápices, los editores nunca se interesaron demasiado por sus dibujos
A nadie se le escapa el valor del Capitán Trueno como defensor de la libertad y luchador contra todo tipo de opresión, frente al tufillo rancio de cierto guerrero que defendía los valores de la ideología dominante.  Al mismo tiempo, perfila el descontento y la disidencia del propio Mora, recorriendo todo el mundo en busca de  justicia.
En 1956, la Editorial Bruguera, que buscaba revalidar el éxito conseguido con la historieta de Iranzo El Cachorro, aceptó publicar las aventuras de un nuevo personaje creado por Mora y, ambientadas, como su admirado Príncipe Valiente, en la Edad Media.  Así  nacía El capitán Trueno. Mora firmó los guiones de la serie como "Víctor Alcázar", por razones evidentes, mientras que la parte gráfica era confiada a Miguel Ambrosio Zaragoza, "Ambrós" .


Paradójicamente, lo que en un principio fue un encargo para hacer frente al éxito de El Cachorro, como hemos visto, se convirtió con el tiempo en la gran innovación  del comic patrio.  El carácter sombrío de nuestros personajes heroicos se transformó en una atmósfera festiva, y, en muchas ocasiones, hasta jocosa.  La fórmula funcionó tan bien que muy pronto creó nuevas series de distinta ambientación, pero con el mismo trasfondo político: El Jabato , ubicado en la época romana y dibujada por Francisco Darnís,  El Cosaco Verde, ambientada en Rusia, o El Corsario de Hierro, donde el protagonista es un navegante español del siglo XVII.  La documentación y los estudios que Mora realizaba para redactar sus historias eran tan meticulosos que la realidad que emanaba de sus páginas, independientemente de los elementos fantásticos, era sumamente atrayente.



                Sin embargo, el éxito cosechado no le impidió ser acosado por las autoridades franquistas, lo que le llevó a exiliarse de nuevo a Francia, donde comenzaría una fructífera carrera literaria, reconocida con numerosos galardones, al igual que también lo fueron sus creaciones de ficción para todo tipo de historietas (aventuras, policiacos, western, e incluso ciencia-ficción –Dani Futuro y Las crónicas del sin nombre serían dos de sus grandes triunfos en este género-).


Desde 1960 simultaneó su trabajo en los cómics con la narrativa. Su primer libro fue una recopilación de relatos titulado “La víctima”, editado en España.  Ya en Francia, a dónde se volvió a trasladar en 1962, publicó una de sus más importantes novelas: “Los plátanos de Barcelona”, que vio la luz en 1966.  Colaboró en multitud de publicaciones antes de regresar a nuestro país. Esta magnífica novela de corte biográfico, que revela mucho sobre la infancia y adolescencia de Mora, de sus inquietudes y sus vivencias, de carácter político y artístico, sería traducida al castellano, alemán, rumano, húngaro y portugués.
Su carácter combativo se puso también de manifiesto en su activa lucha contra la editorial que lo dio a conocer y que trataba a sus empleados como auténticos esclavos.
Mientras escribo estas líneas no paro de tararear el estribillo de aquella vieja canción del grupo Asfalto: “Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno”.  Nunca hemos necesitado más que ahora, frente a todo tipo de amenazas y colapsos sociales y políticos, una figura heroica como la de Trueno.  Y si viene acompañado de Goliath y Crispín, mejor que mejor.


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